Desde el inicio de la pandemia de VIH, en los años ochenta, una de las poblaciones más afectadas ha sido la de hombres gays, bisexuales y otros hombres que tienen sexo con hombres. Los grupos, en aquel entonces apenas consolidados, que defendían los derechos de esta población, se organizaron para atender la emergencia de salud que crecía a pasos agigantados.
Sin embargo, hubo otro sector de la diversidad sexual que, aunque apoyó con recursos materiales y humanos las estrategias de prevención y cuidados, no resultó tan gravemente afectado. Se trata de las mujeres lesbianas y bisexuales, que desde entonces permanecen invisibles para las políticas de prevención del VIH.
El mito de la seguridad
Es verdad que la actividad sexual entre mujeres es una vía mucho menos riesgosa para la transmisión del VIH, comparada con el contacto sexual entre dos hombres o entre un hombre y una mujer. Esto ha contribuido a que no sean numerosos los casos de infección en mujeres que se relacionan exclusivamente con otras mujeres, y que aquellas mujeres bisexuales que adquieren el virus lo atribuyen a sus parejas masculinas.
De hecho, no fue sino hasta 2014 que los Centros para el Control de Enfermedades de Estados Unidos documentaron científicamente el primer caso de transmisión del virus entre dos mujeres. Se trató de una mujer de 46 años que había tenido una relación monógama durante seis meses con otra mujer, de 43 años de edad, que vivía con VIH. Mediante análisis de laboratorio, se corroboró que la cepa del virus de la primera mujer coincidía genéticamente en 98% con la de su compañera, informó en su momento el portal de noticias de la BBC.
Así, la falsa sensación de seguridad que mujeres lesbianas y bisexuales sienten frente al VIH podría deberse, en parte, a que asocian el riesgo con la penetración (de un pene) y al sexo con hombres. Sumado a esto, no toman en cuenta que una mujer con el virus puede transmitirlo a través de sus fluidos vaginales o su sangre menstrual, cuando éstos entran en contacto con tejidos mucosos, como la boca o la vagina de la otra persona.
Un grupo invisible
Para ampliar el conocimiento sobre este tema, la organización civil estadunidense GMHC publicó, en 2009, un documento acerca del riesgo de VIH que enfrentan mujeres lesbianas, bisexuales y otras mujeres que tienen sexo con mujeres.
En efecto, dicen los autores, no se puede decir que ellas corren el mismo riesgo que las mujeres heterosexuales, sin embargo, sí hay que tomarlas en cuenta al momento de diseñar campañas y estrategias para prevenir el VIH.
Para planear estas intervenciones, es importante recordar que algunas de las mujeres que tienen sexo con mujeres también pueden presentar comportamientos de riesgo frente al VIH, como son el sexo sin protección con hombres, un alto número de parejas sexuales, uso de drogas inyectadas y exposición a fluidos que se ha demostrado que pueden transmitir el VIH (como los mencionados fluidos vaginales y la sangre menstrual).
Protección contra la infección
Las formas en que se transmite el VIH entre mujeres son, por ejemplo, el uso compartido de juguetes sexuales, el sexo oral cuando quien lo practica tiene heridas abiertas en la mucosa de la boca o las encías, la penetración con los dedos cuando éstos tienen heridas abiertas o el sexo oral en cualquier momento de la menstruación.
Para evitar todos estos riesgos, el látex es el mejor aliado. Se debería colocar un condón a los juguetes sexuales que se comparten y cambiarlo cada que sea el turno de la otra persona. También se deben usar guantes o dedales de látex para la penetración con los dedos (ya sea en la vagina o el ano), y colocar barreras de látex que cubran la vulva cuando se practica sexo oral. En todos estos casos, el material protector permite conservar la sensación de calor y humedad, pero sin exponerse al virus.
Así que ya lo sabes, las mujeres que se relacionan con mujeres también pueden estar en riesgo de VIH y otras infecciones de transmisión sexual, pero del mismo modo pueden protegerse si tienen las herramientas necesarias para ello.
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